
Ser inmigrante es llegar con un enorme vacío e intentar llenarlo día tras día.
Es vivir en la añoranza, es darte ánimos, es escucharte y corregirte a ti mismo.
Es resetearte cada vez que abres los ojos en la mañana y todos los días cerrar un capítulo de esta nueva vida.
Es sentir que de cierta forma la vida te está dando una nueva oportunidad y esta vez tratas de hacerlo lo mejor posible, como si estuvieras en un casting para el mejor papel.
Es un día querer conquistar la nueva tierra que pisas y el otro simplemente y sin pensar en nada quisieras volver.
Es hacer que valga la pena el sacrificio, la distancia y la melancolía. Es extrañar los colores, los aromas, los sabores, el cielo, hasta el típico acento de la gente que antes te rodeaba.
Pero también es celebrar cada pequeño paso hacia adelante, es aplaudir cada logro que pareciera que te está costando el doble.
Es aceptar y reconocerte como una persona distinta, inevitablemente has cambiado mucho sobre todo en tu interior.
Ser inmigrante es duro, pero definitivamente se agradece profundamente esta experiencia porque te ha hecho entender la mirada del otro, aprendiste que siempre te puede ir peor y aun así te levantaste y con más fuerzas, aprendiste a valorar los días de frio y los días de calor, seguramente aprendiste a desprenderte de complejos y cosas materiales y comprendiste que nada es más valioso que el tiempo.
Lo importante es que seas agradecido, que aunque tu estadía en tierras lejanas fue una decisión muy tuya y en algunos caso como es el mío, forzada, si aprendiste a ser mejor ser humano que antes, entonces valió la pena y mereces tener una linda vida!
Dedicado a la diáspora Venezolana, mis compatriotas que hemos sido desplazados a otras latitudes y que estamos poniéndole alma, garra y corazón, para cuando nos toque volver nuestro país nos reciba con los brazos abiertos y juntos reconstruirlo con todas esas experiencias y aprendizajes de otras culturas.
El amor no se muda!
Con Amor,
Simy